Mientras mi equipo de autoaprendizaje me daba los buenos días, no conseguía deshacerme de los restos de pereza que aún se posaban pesados, sobre mis párpados. La máquina torturadora de estudiantes con su ortopédica voz, me anunciaba que en ese preciso instante comenzaba mi clase de biología. Organismos unicelulares y pluricelulares invadían bajo el formato de hologramas mis pupilas. Era consciente de mi delicada situación. La última evaluación había obtenido unos resultados nefastos. Gracias a la irritante perfección con la que calculaban mis avances académicos los complejos programas diseñados para tal fin, había conseguido quedarme sin vacaciones, sin paga y sin el último iPhone 98 S. Obtuve al principio de curso un 80,1997756 % en aptitudes y capacidades. Sin embargo conseguí un 5,9869675% de esfuerzo, un 3,0631456% de rendimiento, y un 3,5321997 % de asignaturas aprobadas. Esta fluctuación, catapultó mis sueños estivales contra la pared. Me sometieron a varias simulaciones que representaban de forma verosímil, el catastrófico futuro que me esperaba si no cambiaba mi actitud frente a los estudios. Sin embargo, no sirvieron para nada, simplemente para cuestionarme si debía someterme a un tratamiento antiarrugas para evitar que amplios surcos lineales poblaran mi cara a la edad de 35 años, tal y como el simulador pronosticaba. El vigilante de los equipos de autoaprendizaje o el sucesor inmediato de lo que antaño había sido denominado profesor, se acercó sigilosamente para advertirme un día más, sobre mi falta de atención. Ésta, se alejaba de los saberes biológicos y escapaba volando hacia otras esferas, catalogadas como lamentables preocupaciones de adolescente. Rápidamente bajé de dos en dos los escalones que separaban la planta de mis pensamientos y el piso donde se encontraba mi eficiente equipo de autoaprendizaje. No estaba dispuesta a aceptar otro billete directo hacia jefatura de estudios. La última vez, la magnánima máquina me había sometido a la visualización durante sesenta eternos minutos, de imágenes decadentes y lastimeras sobre el futuro que me esperaba. La siguiente clase era de literatura española. Decidí canalizar mi atención. Proyecté mis ojos sobre la lectura del capítulo que el viernes pasado había dejado interrumpida y entonces comencé a leer: “Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa”.
Me ha encantado lo del Iphone 98 S......jijiji......
ResponderEliminarPobre chiquilla, qué angustia me ha entrado al ver su situación....
Me ha gustado tu visión sobre cómo será la educación en el 2030, aunque espero que no sea así. Esta chiquilla no tiene ningún tipo de alegría, además ha perdido todo contacto con los seres humanos. Los chicos y chicas de hoy en día, por lo menos tienen ganas de volver a ver a sus amigos en la escuela... jeje
ResponderEliminarEs que teniendo una máquina torturadora en clase... jajajaja Aunque hay que decir que hoy en día hay profesores que también cumplen esa función
EliminarA mí también me ha gustado mucho. Y eso de ver el futuro que te espera, mataría toda la magia, pero resulta muy curioso!! Aaiiisss...las arrugas!! jaja
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